jueves, 2 de junio de 2022

Jugando con la esclava (Segunda parte)




  1. Aquella noche tuvimos tres encuentros sexuales. El primero, el que estoy narrando, cuando me hizo subir a su cama y antes de que me acomodase que le haga una felación (no en esos términos, claro) y que no se me ocurra desperdiciar fuera de mi boca una sola gota de su preciado manjar. Lo de siempre. No es algo que me moleste, lo he hecho muchas veces, pero es algo típico de muchos Amos, al menos, de los que yo he tratado. Reconozco que esa noche me esmero. Él boca arriba y yo con el cuerpo entre sus piernas. Obviamente no cuento el tiempo, pero apenas tarda unos minutos en llenarme la boca con su líquido espeso y ácido. Abro los ojos y le miro y veo que también me está mirando, que está esperando a ver si cumplo sus deseos, mejor, sus órdenes. Me lo trago todo. 
  2. Para cuando  llega la segunda vez, ya estoy dormida. Me despierta bruscamente y me zarandea si miramientos. Al mismo tiempo me insulta: guarra, mamona, puta perra. Me azota en el trasero y me pega en los pechos, me muerde. No entraré en detalles, pero es una relación enormemente violenta e la que me fuerza en un acto de sexo anal que me deja literalmente rendida pero, claro, tampoco rechisto ni me quejo. Tardo mucho tiempo en volver a quedarme adormilada porque no es fácil dormir, hasta que vuelvo a notar sus manos, un par de horas más tarde. Me vuelvo hacia él, literalmente, temblando, a pesar de que está de mi lado, con el codo apoyado en la almohada y me mira sonriente y, posiblemente, complacido. Me pregunta cómo estoy y yo, por pudor, le respondo que bien, aunque, en realidad, estoy molida, tengo sueño y estoy deseando marcharme.
  3. Pero no le debe molestar. me acerca la cara y me besa suavemente en los labios. Empieza a emplearse a fondo pero, con un grado de ternura, con cariño, diría, pero con pasión después. Me siento bien. Noto que me estoy excitando cada vez más, que gimo, que tiemblo, que me dejo hacer hasta que, en una de sus embestidas, me corro brutalmente, casi como una posesa en la relación más tierna y  más hermosa que he tenido en mucho tiempo.
  4. Estoy en la casa en la que sirvo, subida en una escalera, limpiando una lámpara y noto que me tiemblan las piernas. Me siento satisfecha y me siento dolorida, pensando que me voy a caer y trato de olvidar. Pero mientras limpio aquellos cristales, no dejo de pensar en todo lo que ha ocurrido durante la noche y dentro de mí, muy dentro de mí, decido que me gustaría que ocurriera otra vez.







 

 

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