miércoles, 19 de julio de 2023

Lo prometido es deuda

Como casi todos mis lectores saben, desde hace varios años, mi oficio es el de criada o, si se quiere, empleada doméstica. Trabajo limpiando en una casa a la que acudo de lunes a viernes de nueve de la mañana a dos de la tarde y donde realizo todo el trabajo doméstico, desde limpiar a planchar, ir a la compra y, en general, todo lo que se considera trabajo doméstico. Gano 220 euros a la semana, que entrego religiosamente a mi Ama, quien me devuelve una parte para mis gastos más puntuales. Es el único dinero del que dispongo, pues todo me lo compra mi Ama. No tengo tarjeta de crédito ni cuenta bancaria y la verdad es que no me hace falta. Como he contado alguna vez, durante unos meses he pasado consulta en un centro privado dos tardes a la semana, pero lo he perdido pues la persona a la que sustituía se ha reincorporado a su trabajo.

Es tanto el tiempo que llevo en el servicio doméstico que parece que no he hecho otra cosa en mi vida. Durante estos años he ido adoptando todos los  tics propios del oficio y he ido perdiendo la forma de ver la vida que tenía. Mis amigos también son distintos. Ya no comparto mi tiempo con los que tenía antes y, sin embargo, lo hago con otros, más acorde con el estrato social en el que vivo. En concreto, dos empleadas domésticas, dos albañiles que trabajan en una casa cercana a la que vivo, la dependienta de una frutería y el repartidor de un supermercado. He hecho con ellos una buena amistad y, aparte de vernos a diario, salgo con ellos un viernes cada quince días con permiso de mi Dueña. Por supuesto, ninguno sabe que estudié medicina (casi ni lo recuerdo yo) y todos me consideran una de ellos y así me tratan. Y es normal porque lo soy y seguramente lo seguiré siendo mucho tiempo. No me considero médico y no tengo ningún proyecto para volver a ejercer que no sea hacer unas oposiciones a la Seguridad Social, que cada vez veo más lejanas aunque no imposibles.

Pero soy feliz con mi estado, me encuentro bien y es lo que quiero hacer.

 Y ahora os desvelaré mi secreto porque lo prometido es deuda. En el grupo con el que salgo hay un chico al que le gusto y que a mí también me gusta. Hemos estado tonteando alguna que otra vez, pero no puedo ir más allá sin permiso y por eso, se lo comenté a mi Ama y le pedí permiso para dar un paso al frente. Creía que me iba a decir que no, pero, sorprendentemente, me dijo que su aprobación dependía de mi comportamiento y que si éste era perfecto, me autorizaría alguna cosa. Y en eso estamos.