miércoles, 27 de abril de 2022

Jugando con la esclava (Primera parte)

Es Domingo de Resurrección. Mi Ama ha invitado a comer y pasar la tarde a tres Amos y a un Ama con sus correspondientes esclavo y esclavas. Conozco al Ama y a dos de los Amos y nunca he tenido ningún  problema con ninguno. Llegan sobre la una, todos a la vez, por lo que deduzco que han quedado previamente en algún sitio.

En el salón ya está preparado el aperitivo. Mi Ama ha dirigido la preparación y yo lo he dispuesto todo según su gusto.

Cuando llegan, salgo a abrir la puerta y a recibirlos. Por orden de mi Dueña lo hago prácticamente desnuda, pues mi cuerpo lo cubre únicamente un tanga negro y unos zapatos de tacón del mismo color. Curiosamente, estoy ya tan acostumbrada que no siento ninguna vergüenza. Saludo respetuosamente a todo el mundo y los hago entrar en el salón, donde se halla mi Señora. Se saludan con efusión. Las esclavas y el esclavo con respeto y sumisión. Enseguida empieza el aperitivo y mientras lo toman, las esclavas, el esclavo y yo permanecemos en mi mazmorra tomando unos refrescos. Ellos han debido desnudarse y quedarse en el misma situación que yo.

Después, llega la comida que sirvo yo. A los Señores en el salón y a las esclavas y esclavo en la mazmorra. Luego, la tertulia y cuando les parece oportuno, nos llaman a su presencia. Va a celebrarse una subasta de esclavos y cuando llegamos, están pactando las condiciones. Puja de salida, cien euros; puja máxima mil euros. Un esclavo por Amo y como premio al ganador de las subastas, disponer del esclavo o esclavas hasta primera hora de la mañana siguiente. Me da cien patadas abandonar la casa y tener que pasar la noche fuera, pero no solo no digo nada sino que sonrío a los presentes.

Soy subastadas en tercer lugar y la puja llega a los 775 euros, que como todo lo recaudado irá a parar a una ONG.

Al atardecer, el Amo que me ha correspondido salimos en dirección al lugar al que me va a conducir. Llevo un vestido muy corto, zapatos de tacón y ausencia de ropa interior.

Mi Amo circunstancial vive en un pequeño apartamento bastante céntrico y a él me invita a entrar cuando llegamos. Ya tiene casi preparada la cena aunque soy yo la que debe calentarla y terminar de disponerlo todo, incluso la mesa para que coma.

Enseguida me manda que me quite el vestido y pase a una habitación que me señala. Obedezco y entro en una especie de mazmorra con todo lo necesario para sesiones de tortura y otras actividades propias. Después me ata las muñecas con los brazos en todo lo alto y me coloca las piernas abiertas y con un gato empieza a azotarme la espalda, el trasero y los muslos. Al principio resisto, pero enseguida empiezo a gritar y a rogar hasta que deja de pegarme cuando siento la piel quemar y el dolor es considerable. Me dice que vaya a cenar.

                                                                                                            Continuará