miércoles, 5 de abril de 2017

Mi relación




Siguiendo con la entrada anterior y tal como había anunciado, en la de hoy comentaré los aspectos más importantes de mi propia relación para ponerlos en comparación con los que comenté en la anterior entrada.
Como ya he dicho en alguna ocasión,  soy una esclava 24/7 en una relación en la que, únicamente, existen dos límites: no hacer nada ilegal y no hacer nada que perjudique mi salud. Naturalmente, eso no quiere decir que deba realizar cualquier otra práctica, pues sé que mi Ama no es partidaria de muchas cosas y no va a pedírmelas nunca. Aparte de las correspondientes sesiones de adiestramiento con las prácticas habituales del BDSM, mi esclavitud se basa en el día a día. Soy esclava las veinticuatro horas, aunque trabajo en mi profesión porque he de mantenerme y contribuir a los gastos generales, pero sigo siendo esclava durante mi tiempo de trabajo, con todo lo que ello significa. No tengo derechos ni intimidad ni poder de decisión. No puedo comprar nada ni gastar dinero sin autorización y, en general, tengo que pedir permiso para cualquier cosa que quiera o necesite hacer. Mi vida está organizada por mi Ama y es ella quien dispone, autoriza o niega. Únicamente tengo absoluta libertad para ejercer mi profesión. Mi vida también está controlada por ella, lo mismo que mi sexualidad, asunto sobre el que hablaré en una próxima entrada.
Esta es, a grandes rasgos, la relación que mantengo. Como es obvio, lo hago de manera voluntaria, consensuada y libre y he de decir que me siento feliz en ella. Cumplo todas mis obligaciones porque ha de ser así, porque es lo justo y porque es un honor para mí que mi Dueña me guíe, cuide de mí, me proteja y me use para su propia satisfacción.
Y mi pregunta es: ¿Hay mucha diferencia entre este tipo de relación y una de las relatadas en la entrada anterior?