martes, 20 de noviembre de 2018

Una subasta



              El pasado domingo participé, como esclava,  en una práctica totalmente nueva para mí a pesar de los años que llevo en el mundo BDSM. Me estoy refiriendo a la práctica de una subasta. Ya sé que habrá personas que pensarán que vaya tontería que estoy diciendo, que la subasta de esclavas es algo relativamente frecuente en el estilo de vida en el que estoy inmersa. Pero, en este caso, fue algo diferente.
En la casa que comparto con mi Ama, nos reunimos cinco Amos y cinco esclavas, en concreto, tres Amos y dos Amas y tres esclavas y dos esclavos. Habían decidido (los Amos, por supuesto), que se iba a celebrar una subasta, pero que, a diferencia de lo habitual, no iba a ser una subasta de esclavos, sino una subasta de Amos, es decir, que cada esclava y cada esclavo iban a pujar por un Amo. El premio sería que cada esclavo/a pasará el próximo domingo sometido/a al Amo/a que haya elegido.
He de decir que, enseguida, me decidí por el Amo por el que iba a pujar con más interés, uno al que conocía desde hacía un tiempo y que es Dueño de una esclava a la que también conozco. Tuve suerte de que otra de las chicas que también estaban pujando por él, se dio cuenta de cuáles eran mis intenciones y me dejó ganas esa parte de la subasta.
Una pregunta curiosa sería intentar saber por qué me decidí por esa persona y no por otra de las que había allí. No lo sé, con seguridad, me cae bien, es buena persona, me impone mucho respeto y sumisión, es agradable y está de buen ver.
El próximo domingo lo pasaré en su mazmorra sometida a él, desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la mañana del lunes. No sé lo que pasará, pero me lo imagino y espero no llevarme una decepción. Seguro que el que lea el blog la próxima semana sabrá si la he sufrido o no.

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