viernes, 26 de octubre de 2012

Soy una esclava




Hace ya algunos años que empecé a practicar el BDSM como una simple advenediza que se había ido interesando poco a poco por el tema hasta que decidió dar el paso adelante que me iba a introducir en este mundo.
Mi primera relación fue a distancia y como una sumisa a la que su Amo fue educando poco a poco y eneñándole las prácticas habituales, enseñándome lo que suponía ser sumisa y hasta dónde podría llegar.
Hace menos de un año, conocí a mi Amo actual y me convertí en una esclava de las que se denominan 24/7,. es decir una esclava propiedad de un Amo en una relación previamente consensuada como corresponde al BDSM.
Pero si yo creía que en aquel momento ya había llegado a la mayor sumisión posible estaba en un error considerable. Durante estos últimos meses he ido avanzando, dando pasos de gigante en un sometimiento que, hoy en día, es prácticamente absoluto. Estoy sometiéndome a prácticas que hasta hace poco tiempo ni imaginaba que algún día iba a realizar. Hay veces en que me pongo a pensar y me digo a mí misma que estoy llegando al límite, que estoy muy cerca de traspasarlo. Hay veces en que me digo a mí misma que he llegado demasiado lejos, que me quedan muy pocas cosas por experimentar. No sé si esa reflexión es buena o mala para mí. Porque después de pensar en todo eso y de tener una cierta sensación de miedo a continuar, pienso que estoy haciendo lo que quiero, que soy más feliz que nunca en mi vida. Entonces, me digo a mí misma que quiero seguir avanzando, que quiero explorarlo todo y que sé que lo haré, que no me importa lo que nadie piense de mí, de mi vida o de mi moral. Que al único que le importa es a mi Amo y que lo que más quiero, no digo lo único, es que me importe a mí, someterme de manera total a los deseos de mi Señor y vivir una vida que me hace ser feliz.

jueves, 11 de octubre de 2012

Castigo




Hace unos días mi Amo me castigó porque, a su juicio, incumplí las normas más elementales que rigen mi comportamiento. Durante quince días me prohibió cualquier acceso a Internet sin ninguna excepción. El sabe que ponerme delante del ordenador es casi la única libertad que tengo permitida y para mí es uno de los pocos entretenimientos, fuera de mi vida como esclava, que tengo. Todos los días puedo conectarme a Internet durante una hora como máximo, a veces media hora y aprovecharlas para escribir algún email, llevar mi blog y participar en mi foro y en algún otro.
La razón exacta no voy a contarla porque es algo privado pero para que os podáis hacer una ideá contaré una ficción que indica el motivo del castigo. Mi Amo me llevó a la casa de una persona que ya sabía mi condición de esclava. Quería que me quedase allí hasta que él regresara un poco después. Estuvimos hablando un rato pero enseguida se puso a decirme que si era una perra y una puta y a intentar toquetearme. Me zafé de él y se revolvió hasta hacerme daño. Entonces, le insulté lo más ofensivamente que pude y me largué de allí.
Mi Amo dice que por muy mal que se portara aquel hombre, yo soy una esclava y, por tanto, estoy por debajo de esa y de todas las personas, que desobedecí sus órdenes y que ofendí a alguien que está por encima de mí.
He estado cumpliendo el castigo durante diez días, después de los cuales mi Amo decidió levantármelo y darlo por terminado.
Esa es la razón de que hoy pueda escribir. Al principio me sentó muy mal porque perdía una de mis distracciones, tanto que a los pocos días le supliqué que me quitara el castigo. Se negó.
Hoy, en esta primera entrada que pongo después de lo que ha ocurrido quiero reconocer que cometí un grave error, que mi comportamiento no fue el que se espera de una esclava y que defraudé profundamente a mi Amo. Por eso, hoy y aquí, públicamente, quiero pedir perdón a mi Señor por mi falta como esclava y también quiero pedir perdón a la persona con la que me enfrenté porque por muy ofensivo que fuera su comportamiento, nunca debí reaccionar como lo hice.

lunes, 1 de octubre de 2012

Masoquismo



Llevo ya un tiempo reflexionando sobre mí misma y sobre el cambio que he experimentado en mi forma de pensar y en mi manera de ver las cosas. Me estoy refiriendo a mi evolución como esclava a lo largo del tiempo pero, sobre todo, durante los últimos meses.
Como he dicho otras vecees, siempre he sido una persona rebelde, alguien con afán de llevar siempre la contraria y de querer hacer lo que me daba la gana en cada momento, aún con los problemas que esa actitud me acarreaba. Tal vez, esté en el grupo de chicas que durante su adolescencia se llevó más castigos por intentar hacer las cosas que quería. Pero cada castigo suponía un conato más de rebeldía.
Entré como sumisa en el BDSM después de leer varios libros y de ver cientos de páginas en Internet y empecé a sentirme atraída por encontrar a alguien que fuera capaz de someterme, aunque sería mejor decir por comprobar que no había nadie que pudiese dominar mi rebeldía.
Sorprendentemente, muy pronto me di cuenta de que sí lo había y de que el hecho de sentirme sometida y de tener que obedecer las órdenes de otra persona se iba convirtiendo en algo más atractivo y placentero para mí.
No quiero contar pormenores. De sumisa pasé a esclava con renovadas obligaciones y con una mayor dependencia del Amo. Cada vez iba estando más sometida y siendo menos libre, pero después del tiempo que pasé inactiva por enfermedad y por otras causas, las cosas cambiaron totalmente para mí. Primero y durante breve tiempo con el Ama Neus y después con mi actual Amo he conseguido, por fin, lo que durante mucho tiempo estuve persiguiendo: ser una esclava 24/7
 que no tiene más límites en su relación BDSM que los elementales de salud, de seguridad y de haber consensuado no tener otros límites.
Sin embargo, he seguido evolucionando y tras esta larga exposición, llego al momento en que empecé a pensar en ese cambio y en esa evolución de la que hablaba al principio de la entrada.
Siempre hemos sabido que todos los Amos son algo sádicos y todos los esclavos algo masoquistas pero mi evolución hacia el masoquismo está avanzando hacia unas cotas que nunca creí que iba a alcanzar. No sólo me refiero al masoquismo que se podría definir como físico, sino al que me gusta llamar mental. Es decir, no sólo al dolor producido por latigazos u otras maniobras sino a la humillación, vejación y sometimiento absoluto.
He llegado a un punto en el que cumplo órdenes y me someto a normas a las que jamás pensé que podría llegar y lo hago sin remordimiento y sin avergonzarme de mi actitud. Al contrario, sintiendo cada vez más placer. Placer porque estoy complaciendo a mi Amo, eso es lo primero, pero placer también por esa compenetración y porque yo misma lo siento, seguramente por ese masoquismo crciente. Y las prácticas o los comportamientos que antes me parecían extremos ahora me parecen menuderías y cumplo otros con toda naturalidad y con total sometimiento, prácticas y actitudes que hace un tiempo me hubieran parecido inaceptables.
Por eso, me pregunto si de ese masoquismo que sienten todas las sumisas y todas las esclavas habré pasado a otro muy superior en el que obtengo más placer, un placer que me lleva a querer cada vez más, a sentirme ya totalmente sometida y decidida o, tal vez, deseosa de cumplir cualquier orden que se me dé.
No ha sido fácil llegar a reconocerme a mí misma de la froma que me reconozco y no niego que, tal vez, haya un momento en el que tenga o quiera dar marcha atrás, pero ni siquiera en los momentos en los que deseaba llegar al punto más alto al que puede llegar uhna esclava pensé que podría alcanzar el lugar en el que me encuentro hoy.