Quien ha sido mi Amo hasta hace poco tiempo me ha manifestado su malestar y su enfado por lo que he escrito en mi última entrada en este blog y, en concreto, por lo que él denomina juicios de valor.
Se refiere al comentario que hice deduciendo que su decisión de dar por terminada la relación estaba ya tomada, independientemente del asunto del correo.
He de admitir que, efectivamente, eran juicios de valor pues no tengo ninguna prueba de que lo que opinaba fuera verdad y en ese sentido, deseo pedir disculpas públicamente si con ello le he molestado o, peor aún, he podido ofenderle o inventarme algo que no fuera cierto.
Pero lo cierto es que, al menos en mi opinión, las circunstancias fueron muy sospechosas y facilitaban ese juicio de valor. Mi Amo no me dio ninguna opción. No esperó a escucharme, a que diera alguna explicación, ni siquiera a que abriera la boca. Él podía estar equivocado, podía haber habido algún problema en Internet, podría haber usado el correo de un compañero de trabajo o, lo que es la realidad, podía haberlo hecho sin darme cuenta de que lo hacía y ser totalmente inocente. Incluso después de que le contara lo sucedido, ni siquiera quiso responderme. Y yo me pregunta si me he portado tan excesivamente mal como para que, no sólo rompa la relación sino tampoco quiera dirigirse a mí o responder a las veces que he intentado ponerme en contacto con él.
Y luego, la acusación, creo que totalmente injustificada, sobre la confianza que merezco (un día antes era total), mi valor como esclava o lo inútil de mantener la relación.
En fin, no quiero seguir insistiendo en ello. Sí quiero aclarar, porque es de justicia hacerlo, que los años que ha durado esta relación han sido los más completos, más satisfactorios y más felices de mi vida. Que la experiencia que he tenido ha sido maravillosa y que mi vida no volverá a ser igual después de ella.