domingo, 24 de julio de 2016

El castigo físico




Como seguramente ya habré dicho en alguna ocasión, no soy muy partidaria de las llamadas sesiones. Sé que son parte del BDSM y que a la mayoría de los Amos y de las Amas les encantan pero, personalmente, prefiero el día a día, el sometimiento rutinario, por así decirlo. Sin embargo, y después de los años que llevo en este mundo, he intervenido en muchas sesiones, la mayoría de ellas con los denominados castigos físicos. Sin duda, y no creo que nadie piense lo contrario, el más importante de todos ellos es el azote.
Azotar a una esclava es algo de lo que ningún Amo se privaría. En el caso de la esclava, o por lo menos, en el mío, ser azotada es una forma, seguramente muy importante, de satisfacer al Amo, de forma que mediante el dolor me entrego a mi Ama y Ella demuestra su dominación azotando a su esclava.
Estoy convencida de que todos los esclavos y esclavas que practican BDSM son algo masoquistas, igual que creo firmemente que la mayoría de los Dominantes tienen algo de sádicos. Yo también soy masoquista hasta cierto punto, aunque he de confesar que me siento más masoquista ante la humillación severa que ante el dolor físico.
En cuanto al instrumental, he de decir que tengo experiencia con prácticamente todos los instrumentos de azote. Desde mi punto de vista, los peores o a los que más temo son la vara y el látigo. La vara porque produce una sensación dolorosa muy grande y el látigo porque es muy peligroso si la persona que lo usa no es una experta en hacerlo. Mi Ama solo utiliza un látigo corto, junto al resto de los instrumentos, con el que es mucho más difícil errar. La fusta y el gato me parecen más llevaderos y un tipo de azote que me provoca un gran sometimiento y sumisión es la palma de la mano de mi Ama, tumbada yo sobre su regazo, y dándome ella con gran dureza. Está la variante de usar una pala o un cepillo.
Finalmente, me gustaría decir dos palabras sobre algo de lo que se habla mucho pero que yo nunca he alcanzado, el sub-space. Es verdad que muchas veces, al menos en mi experiencia, cuanto más arrecian los azotes, llega un momento en que va disminuyendo el dolor. Hay una explicación médica para ello. Si esa situación continúa podría llegarse a la ausencia total de dolor que unido a otras sensaciones, constituyen el sub-space. Hubo una ocasión, creo que ya lo he contado, en que estuve cerca de llegar, pero después de eso, no he vuelto a experimentar nada parecido. Y en cierto modo me alegro, porque todos los expertos con los que he hablado o he leído, dicen que es una experiencia ciertamente peligrosa.

lunes, 11 de julio de 2016

Propiedades y bienes de la esclava




Es bastante admitido que uno de los aspectos más farragosos de consensuar en una relación BDSM es el referente a la posesión de los bienes e ingresos de las esclava. Es sabido que una esclava no puede tener propiedades, al menos una esclava en grado 24/7, y que todas sus cosas, incluido el dinero, deben pertenecer a su Amo. Pero sé que eso, que está muy bien en la teoría, no es tan fácil en la práctica. Es muy difícil poner todos tus bienes o todos tus ingresos en manos de una tercera persona, por mucha confianza que se tenga en ella y manejar correctamente la situación.
Contaré cuál es la mía personal y la forma en que mi Ama y yo hemos consensuado este aspecto de la relación. Como es sabido, tengo un trabajo que me permite subsistir y mantenerme a mí misma, pero mi Ama no desea tomar mi dinero para sí porque no le parece justo. Todos los meses me ingresan mi sueldo en mi cuenta corriente, pero no puedo gestionarlo (sacar dinero, et.) sin el permiso expreso de mi Señora. Para ello, hemos creado una cuenta que necesita la firma de ambas para operar, de forma que ninguna puede hacerlo por sí sola. En el acceso a través de Internet, cada una tiene la mitad de los números de la clave de acceso, desconociendo la otra mitad. De esa forma, es imposible que yo pueda acceder o conseguir dinero sin permiso de mi Dueña.
Eso en el aspecto bancario. En la práctica, mensualmente debo aportar una cantidad para el mantenimiento de la casa en la que vivo, para la manutención y demás gastos de la misma. Aparte de ello, dispongo libremente de una cantidad pactada para los gastos corrientes diarios (autobús, un café, almuerzo de las guardias, et) de los que no tengo obligación de dar cuenta y que puedo administrar libremente.
Para todo lo demás que quiera comprar, ropa, maquillaje, caprichos o lo que sea, necesito tener permiso de mi Dueña y solo una vez concedido puedo efectuar el gasto. No tengo derecho a utilizar tarjetas de crédito.
Creo que es un buen sistema, justo, que se adapta bien a nuestras necesidades y que permite que se cumpla el rol de las dos.