domingo, 19 de junio de 2016

Derecho a la intimidad




La intimidad es otro de los derechos que una esclava suele tener restringidos en una relación BDSM.
En mi caso concreto, ese derecho esta totalmente abolido. Me refiero tanto a la intimidad física como a la mental.
En lo que respeta a la intimidad física, ninguno de mis actos es privado, todos deben estar visibles para mi Ama o para todas las personas que ella designe. En ese sentido y a modo de ejemplo, no puedo cerrar puertas tras de mí y puedo ser exhibida, tanto vestida como desnuda, por supuesto ante ella, pero también ante cualquier otra persona que ella decida, con la única condición de no involucrar a personas ajenas al BDSM.
En lo que respecta a la intimidad mental, tengo absolutamente prohibido mantener oculto cualquier pensamiento, idea, proyecto o algo que tenga en la mente. No quiere  decir que deba estar contando todo lo que se me pasa por la cabeza, pero sí hacerlo cuando se me pregunta o cuando se me pide alguna explicación. Estoy obligada a contestar a cualquier pregunta de mi Señora o de quien ella considere conveniente sin guardar nada y sin ocultar nada. Mi vida no es privada, mi vida pertenece a mi Dueña.

miércoles, 1 de junio de 2016

Derecho a decidir



Una de las novedades más importantes de esta nueva etapa que inicio es la norma impuesta por mi Ama en relación con el poder de decisión o con el derecho a decidir. Siempre, en todas las relaciones anteriores, he tenido restringido el derecho a decidir, pero no hasta el punto o en la intensidad en que lo tengo ahora. En anteriores ocasiones,  siempre podía decidir por mí misma en ciertos aspectos de mi vida, por ejemplo, en algo tan trivial como la ropa que ponerme, los objetos de uso personal o la posibilidad de decidir si coger un autobús para hacer un trayecto o ir andando hasta el destino.
En la actualidad, todo eso lo tengo prohibido. Mi capacidad de decidir o, por decirlo con más exactitud, mi derecho a decidir es nulo y todo lo decide mi Ama por mí. Necesito su permiso para cualquier cosa que quiera hacer y que esté fuera de la rutina de cada día. Ello no quiere decir que deba pedir permiso a cada instante y para todo. Tengo permisos generales, mediante los cuales, puedo hacer una misma cosa siempre que tenga que hacerla. Cosas tan simples como ducharme, irme a trabajar o algunas otras, gozan de un permiso permanente, aunque no puedo variarlas por mi gusto o decidir sobre ellas. Existe solo un asunto sobre el que estoy autorizada a decidir libremente y es en todo lo relacionado con el trabajo. Es algo obvio y que no podía ser de otra manera.
De esta forma, mi vida está controlada por mi Dueña y la sensación de dependencia que se tiene es enorme.
Sé que habrá gente que no esté de acuerdo con esta forma de vivir la esclavitud del BDSM, pero es innegable que produce una gran sensación de sometimiento.