martes, 5 de enero de 2016

Por qué



Igual que le ocurre a todo el mundo, durante los días de Navidad y Fin de Año he recibido un buen número de felicitaciones de familiares, de amigos y, en general, de personas que me quieren o que me aprecian.
Del mismo modo, yo misma he enviado otras cuantas felicitaciones a aquellas personas que me interesan, a las que quiero y a las que respeto lo suficiente como para desearles felicidad.
Puedo decir que he respondido a todas las que he recibido, no solo como prueba de  agradecimiento, sino para responder a sus deseos con los míos. Como es lógico, todas aquellas personas a las que yo he felicitado también me han contestado, dándome las gracias y deseándome felicidad para estos días y para este año que comienza. Todas menos una. Honestamente no sé por qué. No habría tenido importancia si no hubiera sido porque esa persona siempre ha tenido mi confianza y mi cariño. Tal vez es que se le ha olvidado o, tal vez, es que pretende olvidarse de mí o que yo me olvide de ella. Quiero decir que ese silencio me ha producido una gran tristeza y también mucho dolor. Pero que no se haga ilusiones. Su comportamiento no va a influir lo más mínimo en mí y, desde ahora mismo, debe saber que ni le voy a perder el cariño, ni el respeto, ni la devoción. Que no voy a olvidar el tiempo que pasó conmigo ni lo que hizo por mí ni lo que me enseñó ni lo que aprendí. Que una parte de mi vida depende de lo que hizo y que por mucho que cambien las cosas, permanecerá para siempre en lo más profundo de mi corazón.