miércoles, 15 de abril de 2015

Libertad



El sábado pasado mi Amo me concedió un día de total y absoluta libertad. Sin ninguna restricción. Pude ir vestida como quise, pude salir a donde me pareció conveniente, ver a mis amigos, ir de compras, gastar el dinero que quisiera, pasear, ir al cine, de copas e, incluso, tener sexo si así lo deseaba.
Ha sido la primera vez que he disfrutado de un día así, de entera libertad, desde que comenzó la relación con mi Amo.
Lo pensé con detenimiento. Hice planes, llamé a amigas y a amigos, quedé para ir de compras por la mañana, comer en restaurantes, pasear y, por la noche, salir a cenar y a tomar unas copas con unos amigos. Un día nuevo y, en cierto modo, un día genial.
La verdad es que lo pasé muy bien y disfruté de momentos y de cosas de las que no suelo tener oportunidad de disfrutar. Pero no puedo dejar de admitir que me sentí extraña. Posiblemente es el tiempo que llevo en una relación intensa en la que los dos damos todo de nuestra parte, o que no estoy acostumbrada a decidir por mí misma o que he perdido el hábito de realizar ciertos cometidos. Tal vez es más cómodo dejarse llevar, por supuesto cuando es por propia decisión. No quiero decir que no fuera un día extraordinario. No quiero decir que no tenga muchas ganas de que se repita, algo que parece bastante improbable, pero sí que me sentí extraña, como si no fuera yo, como si estuviera en un mundo que no es el mío, como si fuese la excepción. Y me pregunto si de verdad habré cambiado tanto.