viernes, 21 de febrero de 2014

Mendigos



El Amo le ordena que vaya a las cercanías de la estación del ferrocarril y que lo haga vestida con harapos, sucia y con un gorro de lana en la cabeza. Una vez allí, debe sentarse en el suelo, en una de las aceras y desplegar el cartón que ha llevado hasta allí y en el que, escrito con rotulador negro, figura el lema "Tengo hambre". Allí debe permanecer durante tres horas, sacar el mayor dinero posible y cuando haya transcurrido el tiempo, levantarse y regresar a la casa.
Es una orden ciertamente peligrosa. En la misma calle donde se sienta la esclava hay varios mendigos pidiendo como ella. Gente, de más edad, incluso algunos mayores, con mal aspecto físico, verdaderos mendigos y no farsantes como ella. Tiene miedo de que la descubran, de que alguien pueda darse cuenta de que ella no es una mendiga ni una sin techo, que está allí por orden de su Amo, que no necesita dinero para comer. Si eso sucediera, alguno de los mendigos podría pensar que se está riendo de ellos, que está disfrutando con su sufrimiento y entonces, las cosas podrían ponerse muy feas.
Pero la esclava cumple su orden. Permanece sentada en el mismo lugar de la acera durante tres horas, con su cartel delante de su cuerpo y con un platillo en el suelo. No mira a ningún lugar concreto y mira a todos los lugares. Ha tomado precauciones y está nerviosa. Desea que pase el tiempo y poder marcharse de allí. Naturalmente, la esclava no sabe que su Amo está merodeando por allí, que vigila todo y que ante cualquier circunstancia adversa actuara con toda rapidez.
Por fin, transcurren las tres horas. Ha hecho un día espléndido lleno de sol aunque bastante frío. La esclava se levanta, recoge su cartón, su plato y abandona el lugar. Se siente feliz de haber cumplido la orden de su Amo. En el platillo, seis euros veinticinco céntimo.

sábado, 8 de febrero de 2014

El burguer



El Amo le ordena que acuda a un burguer y que espere allí a que quede alguna mesa desocupada en la cual hayan dejado restos de comida. Que una vez sentada a la mesa comience a comer los restos sin pedir ninguna consumición y que sólo cuando termine puede ordenar algún refresco.
Así lo hace la esclava. Acude a un burguer, espera un rato y cuando ve que se levanta una pareja que ha dejado un cartucho de patatas fritas prácticamente entero, se sienta y empieza a comerlas. Un instante después se acerca una camarera que le pregunta lo que quiere tomar. Ella dice que nada y sigue comiendo. La camarera le responde que no puede estar sin consumir y que lo que está comiendo es de otros clientes. Ella dice que pedirá cuando termine de comerse las patatas.
La camarera se retira y al momento vuelve con un vigilante que la insta a pedir algo o a marcharse. Ella repite lo mismo, que pedirá cuando termine las patatas. El vigilante se niega, la coge del brazo e intenta levantarla. Ella no opone resistencia y se pone en pie. El vigilante la ayuda a abandonar el local.
Cuando lo va a hacer se acerca el encargado y los detiene. Le pregunta si tiene hambre. Ella responde que sí. El encargado le dice que espere, se va y al rato regresa con un cartucho con patatas fritas. Se lo da y le dice que se lo coma fuera del lugar. La esclava lo coge y sale del burguer.